“Es mejor dar que recibir”. Feliz Navidad.  

escrito por LUIS ALBERTO MACHADO SANZ

Abogado

machadosanz@gmail.com

@caballitonoble 

Primera parte. Dos anécdotas: “Una alegría compartida es doble, una tristeza compartida es media” 

1) Cuando estaba muchacho me gustaba mucho ir a una determinada panadería que vendía un refresco de naranja muy sabroso, por lo general me tomaba dos y si podía me comía la merienda; pues bien, un día fui con el dinero justo para tomarme los dos refrescos pero no tenía para la merienda; llegué con mucha hambre y sed, y también la correspondiente ilusión para tomarme los dos refrescos y comerme la merienda, pero cuando estaba pidiendo los dos refrescos vi a un niño pobre que con la mirada me pidió que le regalara un refresco; confieso que por un momento dudé pero luego se lo regalé; al instante al niño se le iluminó la cara; además y a pesar que me no me comí la merienda, la expresión de alegría del niño fue tan grande y la sonrisa de agradecimiento fue tan extraordinaria, que hizo que nunca la haya olvidado; aquel ha sido el refresco más sabroso que me he tomado en mi vida; porque al dar, recibí, al hacer feliz a aquel niño, también me hice feliz yo mismo.   

 

2) Hace no mucho tiempo, me llama un amigo para recomendarme que ayudara a un amigo de él que tenía el siguiente problema:

La señora madre del amigo de mi amigo, era una persona mayor que tenía una afección cardíaca y que a la vez que tenía tiempo de haber sido diagnosticada; sin embargo, le prescribieron una medicina que le controlaba muy bien el problema, pero es el caso que dicha medicina no la vendían en Venezuela sino en USA y además tenía que ser esa medicina en específico; para el caso particular de la señora, era la única medicina indicada.

Es el caso que el amigo de mi amigo había logrado durante años conseguir la medicina indicada para su señora madre pero por razones que no vienen ahora al caso, en el momento que me llamaron no se había podido conseguir la medicina requerida; en consecuencia, la señora podía tener un severo problema cardíaco si no se conseguía a tiempo la referida medicina.

Por razones que tampoco vienen ahorita al caso, yo tenía la capacidad de ayudar a conseguir a tiempo la medicina de la que hablamos; a tales efectos, me moví y trabajé muy duro mañana, tarde y noche ya que habían muchas trabas para traerla; es increíble la cantidad de problemas y obstáculos que tuvimos que resolver para que llegara a tiempo la medicina en cuestión, pero llegó a tiempo y la señora no tuvo problemas los problemas cardíacos que pudo haber tenido de no haber llegado a tiempo.

Debo confesar que cuando comencé a ayudar a resolver este problema me sentía muy preocupado por otro asunto pero es el caso que el haber ayudado a la señora a conseguir la medicina que urgentemente necesitaba, hizo que me olvidara de mis propios problemas y que en consecuencia, me sintiera mucho mejor (ayudar a los demás es la mejor forma de olvidarse de las propias angustias, ansiedades y mortificaciones) 

Tampoco puedo olvidar la alegría y felicidad que sentí cuando me dio las gracias el hijo a cuya madre ayudé; es que al dar, recibimos; al hacer felices a los demás nos hacemos felices a nosotros mismos. 

 

Esto lo dice San Pablo: "es mejor dar que recibir". Hechos de los Apóstoles, 20: 35

 

Segunda parte: suprimir preocupaciones y disfrutar de la vida

De las 2 anécdotas anteriores podemos sacar las siguientes reflexiones: 

Dale Carnegie tiene varios libros muy interesantes y uno de ellos es "como suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida".  En su propio estilo, Carnegie dice que una de las maneras de suprimir preocupaciones y de disfrutar la vida es hacer felices a los demás; tal como me pasó a mí en los casos antes dichos (eso me ha pasado varias veces, los dos casos antes dichos son solo dos ejemplos entre muchos).

Dale Carnegie cita varias frases, entre ellas:

 "Siempre queda un poco de fragancia en las manos del que te da rosas" (proverbio chino)

 "Cuando eres bueno para los demás eres mejor para ti mismo" (Benjamín Franklin)

 

Carnegie recomienda hacer cada día una buena acción y la define de acuerdo a un dicho de Mahoma; éste dice que una buena acción es algo   produce una sonrisa de alegría en el rostro de otro. 

Dale Carnegie cuenta un episodio: se encontró con un amigo y su perro; en consecuencia, Carnegie le dijo al amigo unas palabras cariñosas sobre el animal; cuando se despidieron y al cabo de un rato volteó, vio que el hombre le hacía cariño al perro y éste le respondía tiernamente poniendo sus patas sobre el pecho de su amigo; en consecuencia, Carnegie se dijo a si mismo:

"Con esta buena acción, hice feliz a mi amigo, hice feliz al perro y me hice feliz a mi mismo."

 

Esto fue lo mismo que me sucedió en los casos del niño y la señora de la medicina narradas en la primera parte: hice feliz a la señora, hice feliz al amigo de mi amigo y me hice feliz a mi mismo.

 

Dale Carnegie narra también la historia de Rockefeller: éste se enfermó cuando llegó al esplendor de la fama y del éxito económico, entre las enfermedades que tuvo fue la depresión y una grave crisis de melancolía; Carnegie dice que la forma que tuvo Rockefeller de curarse fue haciendo cosas desinteresadas para darle felicidad a los demás, tal como por ejemplo el crear universidades y fundaciones; es decir, el buscar darle felicidad a las demás.

Lo que dice Dale Carnegie es su forma de interpretar lo que se dice en el capítulo 25 de San Mateo:

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- 31 Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria,  32  y serán reunidas ante él todas las naciones.

Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras.

 

Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

34 Entonces dirá el rey a los de su derecha:

«Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

35 Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, 36 estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme».

 

37 Entonces los justos le contestarán

«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; 38 cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; 39 ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?»

 

Y el rey les dirá:

«Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis». Mateo, 25-31-37

 

En el “Cuento de Navidad” de Charles Dickens (1843) aparece Scrooge, un personaje avaro y miserable y que con su avaricia y egoísmo causaba mucho sufrimiento a los demás; en consecuencia, Scrooge era un hombre triste, infeliz y amargado, pero luego pasan una serie de acontecimientos, muy bien explicados en dicha magistral obra, que hacen que Scrooge se vuelva generoso; en consecuencia, comienza a darle felicidad a los demás, y esto hace que el mismo Scrooge se convierta en un hombre feliz, alegre y dichoso. 

 

Tercera parte: Que Jesús vuelva a nacer en nosotros 

Hemos visto en las dos primeras partes que “es mejor dar que recibir” y que no hay mejor camino para conseguir la propia felicidad que hacer felices a los demás. En esta tercera y última etapa vamos a profundizar un poco en el nacimiento de Jesucristo. Dios Padre envío a su Hijo Jesucristo al mundo para que éste se llenara de alegría mediante su nacimiento (la Navidad), pasión, muerte y resurrección.

La mejor forma que conozco de vivir la alegría de la Navidad me la dijo un santo sacerdote que me recomendó que me preparara para la misma rezando la siguiente oración: 

“Jesús, en esta Navidad que se aproxima, vuelve a nacer en mí”.

Aquella oración me puso a meditar mucho ya que quise entender qué exactamente quería decir que Jesús volviera a nacer en mí. En consecuencia, me vinieron muchos pensamientos a la cabeza, uno de ellos fue el diálogo entre Jesús y Nicodemo:

“3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 

3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 

3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 

3:7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 

3:8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. 

3:9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? 

3:10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? 

 

3:11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. 3:12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? 3:13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. 

3:14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 

3:15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3,1-15

Salvando las diferencias entre ambos casos, confieso que hice una pregunta similar a la de Nicodemo:

¿Cómo pudiera Jesús volver a nacer en mí?, ¿puede acaso el Hijo de Dios engendrarse otra vez por obra y gracia del Espíritu Santo en el seno virginal de la Santísima Virgen María, y como me dijo el santo sacerdote: “volver a nacer en mí”?

Pero ahí mismo vino a mí la respuesta: estaba en el mismo texto del Evangelio antes citado:

De acuerdo a lo que me dijo el santo sacerdote antes dicho, para que el niño Jesús volviera a nacer en mí, tenía primero que renacer yo mismo del agua y del Espíritu.

 

Ahora bien, me vino otra pregunta: ¿cómo voy a poder renacer del agua y del Espíritu? Y una vez más, lo primero que me vino a la mente fue San Juan XXIII, que cuando convocó el Concilio Vaticano II, abrió unas ventanas que estaban cerradas y dijo: "que entre aire fresco".  

 

Eso fue precisamente el Concilio Vaticano II: un renacer de La Iglesia; por lo tanto y de acuerdo a lo que me dijo el santo sacerdote antes dicho, el Concilio fue una suerte de Navidad; pero hay que ser realista, no se trata de hacer lo que no se puede; cada uno de nosotros debe buscar que Jesús nazca de nuevo en nuestros corazones pero dentro de las especificas y particulares circunstancias de cada uno.

 

Todo lo antes dicho puede sintetizarse en lo que dice Dale Carnegie: debemos procurar hacer buenas acciones que produzcan sonrisas de alegría en el rostro de otros; esto es hacer que Jesús vuelva a nacer en el pesebre de nuestros corazones; eso nos dará la paz del alma; bien lo explica el Evangelio de San Lucas:

“2:8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. 

2:9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 

2:10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 

2:11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 

 

2:12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 

2:13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: 

2:14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” .  Lucas 2-8-14

 

Cuarta parte: El sentido religioso de la Navidad

En la Navidad suceden muchos acontecimientos, es una época muy especial del año, hay muchos regalos, muchos intercambios, muchas cenas y muchos almuerzos, se viaja mucho, hay muchos re encuentros, etc.

 

Pero a veces, todo lo anterior por más positivo que es, nos puede hacer perder el sentido religioso de la Navidad

 

La Navidad conmemora el nacimiento de Jesucristo.

 

Bien dice El Credo que Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, que nació de santa María Virgen

 

Alfredo M. Cepero es un gran columnista, escritor y periodista, hace poco leí su artículo titulado “El Niño de Belén”, vamos a copiar algunos párrafos de este extraordinario artículo que se aplican al nacimiento de Jesús y que nos pueden hacer reflexionar sobre el sentido religioso de la Navidad

 

 

“Este artículo lo escribí hace varios años:

 

Este 25 de diciembre el mundo cristiano celebrará el nacimiento de un niño que hace dos milenios y diecisiete años vino al mundo de los mortales a cambiar no sólo el curso de la historia sino los parámetros en que esa historia es narrada y contabilizada. A partir de aquella noche de misterio, fantasía y esperanza en el polvoriento y remoto pueblecito de Belén el perdón por los agravios no sería síntoma de debilidad sino de fortaleza, de cobardía sino de amor. Y los acontecimientos originados por el tránsito del hombre sobre la Tierra tendrían como punto de referencia aquel momento en que lo divino y lo terreno, lo eterno y lo temporal se fundieron en el llanto del hijo de José y María. Aquel niño de Belén nos dio con su nacimiento, su prédica, su calvario y su muerte, además de un nuevo calendario, la opción de hacer de cada fecha un día de salvación o de condena…

Su Padre Celestial pudo haber hecho que su hijo único naciera en el seno de una familia acaudalada, en un suntuoso palacio o en un centro de poder o riquezas como Roma, Grecia o Egipto. Sin embargo, este Rey de reyes nació en un pueblucho miserable, en el seno de una familia humilde donde se ganaba el pan con sudor y trabajo, en un pesebre donde mitigó el frío sobre el heno calentado por unas vacas y como hijo de un pueblo perseguido y esclavizado. Todo ello porque tanto su nacimiento como su vida y su muerte fueron parte del plan divino con el cual Dios quiso impartir una lección imperecedera a los hijos descarriados de Adán. Para aquellos dispuestos a aprenderla y aplicarla, esa lección nos muestra el camino de la felicidad en la Tierra y de la salvación eterna.

 

Cristo, por otra parte, no es privilegio ni posesión de nadie. No vino a salvar a unos pocos sino a todo el género humano, sin importar raza, sexo o condición económica…

Su reino está al alcance de todo el que renuncie al odio y opte por el amor, renuncie a la venganza y opte por el perdón, renuncie a la violencia y opte por la paz, renuncie a la mentira y opte por la verdad, renuncie al derroche y opte por la austeridad, renuncie al egoísmo y opte por la generosidad…

Porque, para quien esto escribe, Cristo no es un personaje blandengue y edulcorado Cristo es perdón pero un perdón condicionado al arrepentimiento, la reparación y la voluntad de enmienda. Su perdón jamás estará en conflicto con la justicia…”. Fin de la cita.

escrito por LUIS ALBERTO MACHADO SANZ

Abogado

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