Santo Tomas Moro
escrito por LUIS ALBERTO MACHADO SANZ
Abogado
@caballitonoble
Primera parte
En Roma, el día 31 de octubre de 2000, año vigésimo tercero del Pontificado de San Juan Pablo II, Santo Tomás Moro fue proclamado por dicho Papa como patrono de los gobernantes y de los políticos.
Vamos a citar un extracto, de las palabras que dijera Juan Pablo II, sobre dicho mártir de la fe:
“Tomás Moro vivió una extraordinaria carrera política en su País. Nacido en Londres en 1478 en el seno de una respetable familia, entró desde joven al servicio del Arzobispo de Canterbury Juan Morton, Canciller del Reino. Prosiguió después los estudios de leyes en Oxford y Londres, interesándose también por amplios sectores de la cultura, de la teología y de la literatura clásica. Aprendió bien el griego y mantuvo relaciones de intercambio y amistad con importantes protagonistas de la cultura renacentista, entre ellos Erasmo Desiderio de Rotterdam.
Su sensibilidad religiosa lo llevó a buscar la virtud a través de una asidua práctica ascética: cultivó la amistad con los frailes menores observantes del convento de Greenwich y durante un tiempo se alojó en la cartuja de Londres, dos de los principales centros de fervor religioso del Reino. Sintiéndose llamado al matrimonio, a la vida familiar y al compromiso laical, se casó en 1505 con Juana Colt, de la cual tuvo cuatro hijos. Juana murió en 1511 y Tomás se casó en segundas nupcias con Alicia Middleton, viuda con una hija. Fue durante toda su vida un marido y un padre cariñoso y fiel, profundamente comprometido en la educación religiosa, moral e intelectual de sus hijos. Su casa acogía yernos, nueras y nietos y estaba abierta a muchos jóvenes amigos en busca de la verdad o de la propia vocación. La vida de familia permitía, además, largo tiempo para la oración común y la lectio divina, así como para sanas formas de recreo hogareño. Tomás asistía diariamente a Misa en la iglesia parroquial, y las austeras penitencias que se imponía eran conocidas solamente por sus parientes más íntimos.
En 1504, bajo el rey Enrique VII, fue elegido por primera vez para el Parlamento. Enrique VIII le renovó el mandato en 1510 y lo nombró también representante de la Corona en la capital, abriéndole así una brillante carrera en la administración pública. En la década sucesiva, el rey lo envió en varias ocasiones para misiones diplomáticas y comerciales en Flandes y en el territorio de la actual Francia. Nombrado miembro del Consejo de la Corona, juez presidente de un tribunal importante, vicetesorero y caballero, en 1523 llegó a ser portavoz, es decir, presidente de la Cámara de los Comunes.
Estimado por todos por su indefectible integridad moral, la agudeza de su ingenio, su carácter alegre y simpático y su erudición extraordinaria, en 1529, en un momento de crisis política y económica del País, el Rey le nombró Canciller del Reino. Como primer laico en ocupar este cargo, Tomás afrontó un período extremadamente difícil, esforzándose en servir al Rey y al País. Fiel a sus principios se empeñó en promover la justicia e impedir el influjo nocivo de quien buscaba los propios intereses en detrimento de los débiles. En 1532, no queriendo dar su apoyo al proyecto de Enrique VIII que quería asumir el control sobre la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión. Se retiró de la vida pública aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de muchos que, en la prueba, se mostraron falsos amigos.
Constatada su gran firmeza en rechazar cualquier compromiso contra su propia conciencia, el Rey, en 1534, lo hizo encarcelar en la Torre de Londres dónde fue sometido a diversas formas de presión psicológica. Tomás Moro no se dejó vencer y rechazó prestar el juramento que se le pedía, porque ello hubiera supuesto la aceptación de una situación política y eclesiástica que preparaba el terreno a un despotismo sin control. Durante el proceso al que fue sometido, pronunció una apasionada apología de las propias convicciones sobre la indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio jurídico inspirado en los valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante el Estado. Condenado por el tribunal, fue decapitado.
Con el paso de los siglos se atenuó la discriminación respecto a la Iglesia. En 1850 fue restablecida en Inglaterra la jerarquía católica. Así fue posible iniciar las causas de canonización de numerosos mártires. Tomás Moro, junto con otros 53 mártires, entre ellos el Obispo Juan Fisher, fue beatificado por el Papa León XIII en 1886. Junto con el mismo Obispo, fue canonizado después por Pío XI en 1935, con ocasión del IV centenario de su martirio” (Fin de la cita. Negrillas nuestras)
Segunda parte
Nota a la cita anterior:
El juramento fue el "oath of supremacy" (Juramento de Supremacía), por el cual se le reconocía a Enrique VIII, como cabeza de la iglesia de Inglaterra. Por lo tanto, el Papa, fue reconocido por Enrique, como el obispo de Roma, pero no el sucesor de Pedro, ni el Sumo Pontífice, ni el Pastor Universal. La desobediencia de Enrique VIII hacia el papado aquí descrita, desencadenó la constitución de una Iglesia Nacional Anglicana, cuyos feligreses, en Estados Unidos, se llaman “episcopales”. Desde entonces, el rey de Inglaterra, desempeña el papel de “cabeza de la Iglesia de Inglaterra” A tal punto, que sigue vigente la prohibición expresa, de que un católico, pueda ser rey de Inglaterra.
En consecuencia, la Iglesia anglicana de Inglaterra quedó desligada de la obediencia de Roma y convertida en una Iglesia nacional independiente cuya cabeza era el propio rey, lo cual permitió a la Corona expropiar y vender el patrimonio de los monasterios.
Todo lo antes dicho, significó un cisma. El actual Código de Derecho Canónico, en su artículo 751, define lo que es el cisma:
“Se llama cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos”
Si bien el actual código es del año 1983, el concepto de cisma de hoy en día, es igual al de la época de Enrique VIII.
Fue también un gran escritor y humanista, gran amigo de Erasmo y de Luis Vives. Su obra más famosa e importante fue “La Utopía”. La palabra utopía viene de “U”, que significa “no” y “Topos”, que significa “lugar”. Es decir: Lo que no tiene lugar
En “La Utopía”, Moro nos describe una nación que no existe pero que debería existir. En dicho libro, se atacan muy fuertemente las injusticias que se cometen contra pobres y los débiles y su vez, se describe cómo debería ser una sociedad perfecta, en la que no hay ni injusticias, ni desigualdades, en la que no hay ni carencias, ni envidias y en la que todos viven muy felices. Por eso, Santo Tomás Moro termina siendo el creador de la palabra “utópico”, para dar a entender lo que es irreal e inexistente.
Esta obra, hizo que Moro fuera muy conocido y que a la vez adquiera un gran prestigio en toda Europa.
El poder, fue ejercido por Tomás Moro, en el sentido Cristiano de la palabra. Es decir, como un servicio. El poder es para servir y no para servirse. Por lo tanto, el poder que le confería el cargo de canciller del reino, lo ejerció Santo Tomás Moro, para servir y no para ser servido.
Jesucristo lo dijo:
“No he venido a ser servido sino a servir” (Mateo, 20,28).
También, al lavarle los pies a los pies a los apóstoles, Jesucristo nos enseñó cómo se debe ejercer el poder:
“Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
-«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» (Juan 13, 12-15).
Santo Tomás Moro no fue jesuita. Fue contemporáneo de San Ignacio de Loyola. Uno de los lemas de San Ignacio era: “en todo, amar y servir”. Y esa fue la manera como Santo Tomás Moro, ejerció el poder.
Tercera parte
Para también ayudarnos en nuestra explicación, vamos igualmente a citar otro texto sobre la vida de Santo Tomás Moro, que extraemos de la Enciclopedia Católica On Line:
“En prisión padeció bastante por "su ya antigua enfermedad del pecho, por la grava, las piedras, y por las restricciones", pero su alegría habitual permanecía, y bromeaba con su familia y amigos siempre que le permitían verlos, mostrándose tan alegre como cuando estaba en Chelsea
Cuando estaba solo, pasaba el tiempo rezando y haciendo penitencia; escribió el "Diálogo sobre la consolación en la tribulación", tratado (inconcluso) sobre la Pasión de Cristo, y muchas cartas a su familia y a otros” (Fin de la cita. Negrillas nuestras).
“La Pasión de Cristo”, es un texto muy bello, en la que Tomás Moro, une su propia pasión, a la Pasión de Cristo, en especial, en la agonía de Cristo, en el huerto de Getsemaní:
“Padre, aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú” (Mt. 26, 39).
Tomás Moro sabía, que al igual que Cristo, también lo iban a matar. Y busca consuelo en el pasión del Señor.
En el número 313, del Catecismo de la Iglesia Católica, se lee lo siguiente (extracto):
“Y santo Tomás Moro, poco antes de su martirio, consuela a su hija:
"Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor" (Carta de prisión; cf. Liturgia de las Horas, III, Oficio de lectura 22 junio).
Hay un hecho, también muy relevante, que le sucedió en la prisión. En una de las visitas, que le hizo la familia, su esposa, Alice Midieron, trata de convencerlo que preste “Juramento de Supremacía” pero se lo dice de manera, que haga como una suerte de “reserva mental”. Es decir, que lo hiciera, como lo dicen: “de la boca para afuera” y no “de la boca para adentro”. Ella le insiste, en base a que “era bien para su casa”.
Tomás Moro, le contestó: « ¿Cuántos años crees que podría vivir en mi casa?»
Ella le contestó:
«Por lo menos veinte, porque no eres viejo»
A lo que Tomás Moro, contestó:
«Muy mala ganga, puesto que quieres que cambie por veinte años toda la eternidad».
La respuesta de Tomás Moro, iba muy de acuerdo, con la siguiente frase del Evangelio:
“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si al final pierde su alma?” (Mt 16, 26).
En el juicio, le preguntan a Moro, si reconocía a Enrique VIII, como rey, como cabeza de la nación inglesa. Moro responde que sí. Luego le preguntan, si lo reconoce, como cabeza “cabeza de la Iglesia de Inglaterra”. Y es aquí, donde como dicen, se tranca el juego.
Al haberse negado Tomás Moro, a jurar el “Juramento de Supremacía”, estaba cumpliendo lo que dijo San Pedro, en compañía de los demás apóstoles y que fue lo siguiente:
“Hay que obedecer a Dios antes que los hombres” (Hechos De Los Apóstoles, 5,29
Cuarta parte
En la página web de la televisora EWTN, que es el canal que fundara la Madre Angélica, nos explica cómo fueron los momentos finales de Santo Tomás Moro:
Se le dictó entonces sentencia de muerte. Él se despidió de su hijo y de su hija y volvió a ser encerrado en la Torre de Londres.
En la madrugada del 6 de julio de 1535 le comunicaron que lo llevarían al sitio del martirio, él se colocó su mejor vestido. De buen humor como siempre, dijo al salir al corredor frío: "por favor, mi abrigo, porque doy mi vida, pero un resfriado sí no me quiero conseguir".
Al llegar al sitio donde lo iban a matar rezó despacio el Salmo 51: "Misericordia Señor, por tu bondad".
Luego prometió que rogaría por el rey y sus demás perseguidores, y declaró públicamente que moría por ser fiel a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Luego enseguida de un hachazo le cortaron la cabeza” (Fin de la cita).
Quinta parte
Para también ayudarnos en el relato de los días finales de Santo Tomás Moro, vamos otra vez a citar textos que extraemos de la Enciclopedia Católica On Line:
“La ejecución tuvo lugar en Tower Hill "antes de las nueve en punto…su cuerpo fue enterrado la iglesia de San Pedro ad vincula. Su cabeza, luego de ser sancochada, fue expuesta en el Puente de Londres durante un mes, hasta que Margarita Roper sobornó al encargado de tirarlo al río, para que se la entregara a ella.
El último destino de esta reliquia es incierto, pero, en 1824, una caja de plomo fue hallada en la cripta de los Roper, en San Dunstan, Canterbury, la cual, al ser abierta, contenía una cabeza, la cual, se presume, pertenece a Moro” (fin de la cita. Margarita Roper era hija de Moro. Las negrillas son nuestras)
Los padres jesuitas en Stonyhurst, poseen una importante colección de pequeñas reliquias, la mayoría de ellas pertenecían al padre Tomás Moro S.J. (m. 1795), último heredero masculino del mártir” (Fin de la cita).
Sexta parte
El punto central que queremos resaltar es que Santo Tomás Moro, obedeció a Dios, antes que a Enrique VIII. En el andamio para la ejecución, Tomás Moro expresó muy bien lo antes dicho. Le dijo a la gente allí congregada, que él moría como "buen servidor del rey, pero primero Dios" ("the King's good servant but God's first").
En la misma página web de la televisora EWTN, de la Madre Angélica, antes citada, también se lee lo siguiente:
“Tomás fue llamado a un último consejo de guerra. Le pidieron que aceptara lo que el rey le mandaba y él respondió:
"Tengo que obedecer a lo que mi conciencia me manda, y pensar en la salvación de mi alma. Eso es mucho más importante que todo lo que el mundo pueda ofrecer. No acepto esos errores del rey".
Séptima parte
Dios, invitó algunos, a que dieran testimonio de él, mediante el martirio (la palabra “mártir”, viene de “testigo”, el que da testimonio. En ese sentido, Dios invitó a San Pedro:
“Yo te aseguró: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otros te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios”. Después le dijo: “Sígueme” (Juan, 21: 18-19)
La tradición dice que San Pedro, pidió ser crucificado boca abajo, ya que no se consideraba digno de morir como su Dios y Señor.
De la misma manera, a Santo Tomás Moro, sufrió tan bien el martirio. Enrique VIII lo llevó, donde no quería. Y con su decapitación, al igual que San Pedro, glorificó a Dios.
Octava parte
Al momento de escribir estas líneas, Venezuela vive una muy densa oscuridad. Pareciera que es “la hora del poder de las tinieblas” (Lucas, 22: 53).Lamentablemente, no ha llegado el momento, en que la luz resplandezca en las tinieblas (Juan 1: 5). Ojalá este último momento llegue cuanto antes, pero mientras llega, estamos llenos de tinieblas.
Uno de los efectos, en que se más se siente las más profundas de las tinieblas, es el hecho de gente que no está respetando el V Mandamiento de la ley de Dios: “No matarás”.
Y hay algo más: hay quienes están matando por órdenes de otro. Cuando hay contradicción entre la Ley de Dios que dice que no se debe matar y las órdenes humanas en la que se ordena matar, prevalece la ley de Dios. Aquí se repite lo antes dicho: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Ibíd).
En esto, hay que imitar a Santo Tomás Moro, quien, como antes dijimos, no obedeció a Dios, antes que a Enrique VIII.
Novena parte
Para quien no le hace caso al arriba dicho sobre Santo Tomás Moro y por lo tanto, reprima (asesina) por órdenes superiores, habría que en consecuencia, recordarle lo siguiente:
Nuestra Constitución Nacional, en su artículo 29, dice lo siguiente:
“El Estado estará obligado a investigar y sancionar legalmente los delitos contra los derechos humanos cometidos por sus autoridades. Las acciones para sancionar los delitos de lesa humanidad, violaciones de derechos humanos y los crímenes de guerra son imprescriptibles. Las violaciones de derechos humanos cometidos y los delitos de lesa humanidad serán investigados y juzgados por los tribunales ordinarios. Dichos delitos quedan excluidos de los beneficios que puedan conllevar su impunidad, incluidos el indulto y la amnistía”
Por otra parte, el Estatuto de Roma fue suscrito por Venezuela en el año 2002, por lo tanto es ley de la república a partir de dicho año. El Estatuto de Roma tiene 3 aspectos que hay que resaltar:
1) Las violaciones de derechos humanos son crímenes imprescriptibles. Se ve clara la coincidencia con nuestra Constitución
2) Las violaciones de derechos humanos son de jurisdicción universal, es decir pueden ser juzgados no solo en una Venezuela futura donde hubiere justicia sino en cualquier otra parte del mundo.
3) No es admisible la defensa que se basa en el argumento de la obediencia debida. Es decir: al soldado que reprime no le valdrá para nada decir que obedeció “las órdenes de su teniente”, ni al teniente que obedeció “las órdenes de su capitán”, ni al coronel “las órdenes de su general”.
Las órdenes criminales y represivas, no son obedecibles, al contrario: hay la obligación religiosa, moral y ética, de desobedecerlas.
En la siguiente parte volveremos sobre este punto.
Décima parte
Cuando la Iglesia Católica, declara una persona como “santa”, no solo nos dice que está en el cielo sino también lo pone como un ejemplo a seguir e imitar. Lo pone como un faro para que nos alumbre.
Santo Tomás Moro, mártir y patrono de los gobernantes y los políticos, es un santo laico. Poco conocido en Venezuela. Es un ejemplo de esposo, de padre, de abogado, de político. Es de notar, que por lo general, la gente dice que la política es sucia. No. La política no es sucia. La política es, después del sacerdocio, la forma más excelsa de apostolado. Así la definió el venerable Papa Pio XII. Lo que es sucio, son algunas malas acciones que hacen algunos políticos. La medicina no es sucia, es una belleza. Lo que es sucio, son las malas acciones que hacen algunos médicos. Lo mismo pasa con el Derecho. Lo que es sucio, son las malas acciones que hacen algunos abogados. Santo Tomás Moro es un mentís, a los que dicen que la política y el Derecho, son sucios.
Santo Tomás Moro actuó por convicción. No por miedo o coacción. Dio su vida por una causa superior. Dio su vida por la fe. El ejemplo de la persona que pusimos en la parte anterior, debería aprender de Santo Tomás Moro y actuar por convicción de creencias e ideas, y no por miedo o coacción.
Muchos años después de Santo Tomás Moro, vivió el insigne poeta Andrés Eloy Blanco, quien en su “Canto a España”, expresó lo siguiente:
“Tú recuerdas al nauta en su camino que es Dios quien fija el rumbo y da el destino y el marino es apenas la expresión de un anhelo, pues para andar sobre el azul marino ¡hay que mirar hacia el azul del cielo!”
Esa fue la vida de Santo Tomás Moro, vivió su vida en la tierra, siempre mirando al cielo. Y cuando vio que lo llamaba a través del martirio, fue generoso con Dios. Y Dios que todo lo puede, nos dejó un ejemplo de santo, que fue un “hombre para todas las épocas" ("a Man for All Seasons"), tal como se titula la película sobre su vida y que ganara cinco Oscares de la Academia.
Que Santo Tomás Moro, patrono de los gobernantes y políticos, ruegue a Dios, para nos ayude, a los venezolanos, a salir de este momento de densa oscuridad y tinieblas, y podamos reencontrar la justicia, la libertad, la fraternidad, la paz, y podamos volver a vivir como verdaderos hermanos. Amén